ERP. Rafael Gutarra, es un literato de significativa producción y sus obras elementos de estudios que permiten conocer lo que refleja en cada una de ella. La "Sombra del orongoy" es una novela de su creatividad y en varios colegios de la región Piura se han incorporado en los planes de lectura. Tres alumnos de la Universidad de Piura, han realizado un análisis crítico, que por su importancia damos a conocer.
Home Noticias Literatura: 'La sombra del orongoy' y tres enfoques críticos de la novela
Literatura: 'La sombra del orongoy' y tres enfoques críticos de la novela
By Alejandro At abril 03, 2022 0
Tres miradas críticas, una novela
Desde las aulas de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad Nacional de Piura, dos alumnas y un alumno de la especialidad de Lengua y Literatura abordan el estudio de una de las novelas más leídas y polémicas de los últimos años en que vivimos la Pandemia del Coronavirus y la crisis económica y política que aún continúan. Esto es un adelanto de una nueva crítica literaria escrita por jóvenes.
Violencia e injusticia en La sombra del orongoy
Guadalupe Barranzuela Zapata
Alumna del X ciclo de la especialidad de Lengua y Literatura en la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad Nacional de Piura. Hizo dos semestres de movilidad estudiantil en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2020 y en la Universidad de Castilla-La Mancha, España, 2022.
La sombra del orongoy es la última novela del escritor Rafael Gutarra Luján, quien nació en Lima en 1963, pero se instaló en Piura desde 1992. Gutarra es autor de varios libros: Tiempo de fuego y alegría, Yesenia Chaveta, Cinco para las doce, entre otros. Actualmente se dedica a la docencia en la Universidad Nacional de Piura.
“No sé si la ficción me está alcanzando o la realidad se está adecuando a lo que estoy leyendo” (p. 18), manifiesta Solim luego de haber leído La noche del oráculo de Paul Auster. En la novela La sombra del orongoy se hace mención de esta y no es casualidad. Las novelas de Gutarra y Auster comparten una estructura similar al agregar notas a pie de página, las que explican aspectos complementarios de una situación y son propias de ensayos, así como de textos académicos. Surgen entonces las siguientes preguntas: ¿qué tanta ficción existe y qué tanta realidad nos quiere comunicar el escritor?, ¿cuánta realidad existe en la ficción? y ¿cuánta ficción existe en la realidad?
Wolfgang Iser (1990) afirma lo siguiente respecto a las ficciones literarias:
La mentira y la literatura siempre contienen dos mundos: la mentira incorpora la verdad y el propósito por el cual la verdad tiene que esconderse (…) las ficciones no son el lado irreal de lo real, lo opuesto a la realidad que nuestro “conocimiento tácito” todavía las lleva a ser; si no que, ellas son, más bien, condiciones que permiten la producción de mundos, cuya realidad, en cambio, no ha de ser dudada (pp. 139-140).
“¿Qué es la verdad? Lo que observamos, leemos y comprendemos son percepciones subjetivas que construimos a la medida de nuestros propios intereses. Si elegimos contar la verdad quedamos condenados a unos cuantos recuerdos que a nadie le interesan” (Gutarra, 2020, p. 11). No se puede negar que Gutarra Luján juega con la realidad y la ficción; los acontecimientos narrados y las notas a pie de página que cuentan historias en simultáneo lo sugieren. Pero no busca solo este efecto en el lector, sino también en los personajes que desean dejar a un lado un pasado lleno de crueldad y entrar en otro mundo lejos de la corrupción que acecha a funcionarios de las universidades, la prostitución a la que se ven obligadas ejercer las mujeres o la violación que sufren niñas pequeñas en una sociedad que sigue siendo machista a pesar de tantos vanos esfuerzos por erradicarla.
La violencia política es uno de los temas que muchas personas hubiesen deseado mantener en la ficción; sin embargo, fue una realidad de la historia del Perú. Este tema de trasfondo también se encuentra en Tiempo de fuego y alegría, colección de cuentos pertenecientes al mismo autor. En la región Piura aún existen pocos libros y cuentos que den testimonio sobre la violencia vivida; pareciera que a los piuranos no les interesa el tema, aun cuando la sierra de esta región, desde Canchaque hasta Huancabamba fue muy violentada y ocurrieron muchos atentados. Ciudades como Lima, Ayacucho, Huánuco y Huancayo nos llevan la delantera en cuanto a producción literaria sobre ese pasado tan oscuro en nuestro país.
Resulta lamentable pensar que en Piura existen muy pocas obras que abordan esta época que marcó un antes y un después en la historia del Perú. En este sentido, surge la siguiente pregunta: ¿por qué en la literatura de la región Piura no se abordan estos temas? Gutarra (2015) en su Guía didáctica para motivar la lectura de la narrativa regional en Piura, manifiesta que hace años, destacables referentes piuranos como Arrizabalaga (2012) sugirieron evitar que se lean cuentos direccionados por una ideología que promueve conflictos y resentimientos, apuntando a la lectura de otros autores. Sin embargo, temas como la violencia política vivida, resultan fundamentales en la literatura regional para nunca olvidar los acontecimientos, matanzas y terror que ocurrieron. Ocultar estos temas resultaría improcedente porque la labor de memoria debe estar siempre presente. No se puede mirar hacia adelante sin conocer el pasado y menos en un país que sufre de olvido.
Por ello, Rafael Gutarra (2015) sostiene firmemente lo siguiente “la literatura tiene una función política o educativa: debe hacer justicia a las cosas, nombrarlas con exactitud y revelar su sentido. Su lectura es una tarea libre, sin manipulaciones de ningún tipo” (p. 11). Esto confirma que la literatura es una gran herramienta para levantar la voz ante diversas situaciones en las que la empatía agoniza y la injusticia se ve como algo normal. Mediante la literatura se puede contar una historia que detalle esas injusticias, así como las consecuencias que ocasionan en sus víctimas; de este modo se puede lograr que más personas tomen conciencia de estos problemas y se sumen al cambio tan esperado.
Gutiérrez (2004), en su novela El viejo saurio se retira, describe una Piura que va creciendo hasta convertirse en lo que es ahora; sin embargo, Gutarra va más allá de esa Piura e invita al lector a imaginar una ciudad del futuro, con modernos teleféricos que te trasladan de un punto a otro en poco tiempo, una realidad que existe en otros países del mundo, como México, pero que es ajena a países como Perú.
La descripción del teleférico insta al lector a pensar cómo se vería esta ciudad con el moderno teleférico CANPEF. Los caseríos de Canchaque, Palambla y El Faique aparecen en la novela muy cercanos y conectados, también se menciona que Canchaque y la ciudad de Piura están casi juntas:
Le propuse un paseo por el Teleférico CANPEF (…) Por ahora cuenta con dos cabinas para diez pasajeros, con ventanas panorámicas de vidrio, asientos ergonómicos y turnos alternos de diez minutos: sale una y solo cuando retorna al punto de partida sale la otra (Gutarra, 2020, p. 48).
Esta distopía muestra una realidad que hasta ahora sigue siendo inexistente en Piura. Además, el autor describe una sociedad que está a punto de colapsar, con muchos medios de transporte, gran contaminación en las calles y una migración que se ha masificado:
Tomamos un bus que empezó su recorrido por calles y avenidas saturadas de carteles, pantallas gigantes luminosas y semáforos “inteligentes” en cada esquina. Una gran cantidad de taxis, mototaxis y motos lineales que iban delante del bus hacían lento el tráfico. La ciudad parecía el cuerpo de un perro infestado por garrapatas. Bolsas y más bolsas, y basura y más basura desparramada por todas partes. Un aliento de olores indefinidos. Más y más gente: venezolanos, colombianos, ecuatorianos, centroamericanos, que se apostaban en los paraderos y pedían dinero o comida (Gutarra, 2020, pp. 51-52).
Mientras la ciudad está envuelta en un malestar por el tráfico intenso, la contaminación y la migración; las localidades alejadas como Canchaque, Palambla y El Faique mantienen su bienestar gracias al moderno teleférico construido:
¡Nunca imaginé que mi tierra se veía más linda desde aquí! La vista y el oído abarcan un extenso paisaje salteado de andenes naturales y casas -solitarias o en conjunto- y cantos y sonidos y voces: niños que corren afanosos, vacas, toros, burros, hombres, mujeres, caballos, becerros (diseminados por las parcelas); árboles de limas, guabas, mangos, naranjas, limones (…), chirimoyas, guayaquiles; loros, peches, quindes, águilas (…) y arroyuelos y cataratas que forman pequeños remansos sobre la piedra (Gutarra, 2020, p. 48-49).
Por lo tanto, existe una oposición entre campo y ciudad. Esta oposición también existe en el plano de la literatura, Cornejo Polar (1989) plantea la existencia de los sistemas literarios como una totalidad contradictoria. Existe una literatura culta, hegemónica y dominante escrita en español y que continúa con la tradición española; pero también existe una literatura popular y subalterna que no necesariamente se enseña en los colegios y algunas veces mezcla el quechua y el español; por último, se puede encontrar una literatura en lenguas nativas, especialmente en quechua, dejada de lado desde hace muchos años.
“El gran reto para la historia de la literatura peruana es el de asumir esa compleja variedad” (Cornejo, 1989, p. 93) Es decir, la literatura peruana necesita un nuevo enfoque, se debe revalorar lo que se considera como “literatura menor” y reivindicar a otros autores. Debido a esta problemática surgió el conflicto entre criollos y andinos, estos últimos liderados por Miguel Gutiérrez y cuyo reclamo radica en que su narrativa ha sido omitida por los grupos hegemónicos, quienes solo mencionan autores criollos en sus informes literarios. Este aspecto ha impedido que lectores de la capital conozcan grandes autores andinos con invaluables obras.
Referencias bibliográficas
Arrizabalaga, C. (30 de octubre de 2012). Un análisis de la literatura peruana. Universidad de Piura. Ver
Auster, P. (2012). La noche del oráculo. Buenos Aires: Booket.
Cornejo, A. (1989). La literatura peruana: totalidad contradictoria. Centro Virtual Cervantes (30), p. 93-95.
Gutarra, R. (2015). Guía didáctica para motivar la lectura de la narrativa regional en Piura. Sullana: Sietevientos.
Gutarra, R. (2019). Tiempo de fuego y alegría. Sullana: Sietevientos Editores.
Gutarra, R. (2020). La sombra del Orongoy. Sullana: Sietevientos Editores.
Gutiérrez, M. (2004). El viejo saurio se retira. Lima: Editorial San Marcos.
Gutiérrez, M. (30 de junio de 2005). Uso de la Palabra: Encuentro en Madrid. Ómnibus. Ver
Iser, W. (1990). Fictionalizing: The Anthropological Dimension of Literary Fictions. New Literary History, 21 (4), p. 939-940.
Retrospección e identidad en La sombra del orongoy
Álvaro Santos Mogollón
Alumno del X ciclo de la especialidad de Lengua y Literatura. Estudia en la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad Nacional de Piura.
La sombra del orongoy, novela de Rafael Gutarra Luján publicada en el 2020, está compuesta por un lado con elementos y escenarios propios de una desmesurada globalización: “(…) El aceleramiento o la lentitud en la vida de los hombres y mujeres se perciben mejor en internet: el ojo que mira y permite mirar a los otros que te miran”. (p. 13) Y por otro, aparecen, como una especie de alternancia, recuerdos de una infancia y adolescencia que parecen no querer borrarse de Joshua, el personaje protagonista de la novela:
“(...) Nunca pude aprender quechua. Y me duele. Es un dolor que siento en eso que debe ser el alma. Recuerdo que en la escuelita de Ahuaycha, cuando un maqtillo de Pachahuasi me hablaba en quechua, yo me quedaba mudo, todo opa, uma muyu” (p. 9)
Esta retrospección empleada por Rafael Gutarra en La sombra del orongoy, y recurrente en algunas de sus producciones (como Yesenia Chaveta), le dan un sello literario especial a su novela, e involucra al lector en un viaje de antaño (con los recuerdos), y distópico cuando vuelve al “presente”. Pues, en el primer caso, la “radio” orongoy, los huaynos en quechua, la familia, la tienda de la Qaspa Jacinta, Maluche, Káiser, Ahuaycha, Pampas, el conflicto armado y La Cantuta, representan figuras imborrables en la memoria y los recuerdos de Joshua. Así como en el segundo caso, el “Teleférico CANPEF”, figura distópica, refleja el avance en las intercomunicaciones en el presente del protagonista.
Tanto la estructura temporal como la narrativa de la obra se mantienen paradójicamente relacionadas, pues, en un supuesto presente, Joshua trata de escribir una novela, mientras que el pasado abarrotado de recuerdos lo motiva a continuar con su escritura. Con la presencia de un narrador omnisciente, La sombra del orongoy se desarrolla con la presencia de la analepsis como técnica narrativa. De Toro (1984), define las analepsis como “cambios temporales realizados (por un narrador o un personaje) de un segmento accional p de una secuencia accional P del pasado al presente conduciendo así a la constitución de dos PTs.” (p. 962).
Además del evidente flashback en el desarrollo de la novela, Gutarra ha insertado en estos recuerdos figuras del pasado del personaje que conforman su identidad personal y cultural. De hecho, la memoria del personaje cumple un papel fundamental en esta especie de contrapunto entre el pasado y un ficcionario presente del personaje. Ante esto, Kohut (2002) señala que la memoria “forma parte de nuestra conciencia y constituye la base de nuestra identidad. Un hombre que ha perdido la memoria ha perdido su identidad”. En este caso, la memoria no ha sido arrancada, está puesta cada día en el pasado y los Andes amados de Joshua, mientras lo acompañan con huaynos de fondo:
Ay mamallayqa wachallaywarqa,
ay taytallayqa churiallaywarqa.
Wayra puyupa chawpichallampim,
wayralla qina muyullanaypaq… (p. 43)
Ahora bien, no solo los recuerdos y la memoria de la persona dan forma a su identidad, su presente también es parte de ella, incluso puede llegar a modificarla. Pongamos en comparación dos planteamientos teóricos con respecto a la formación de la identidad: Kohut (2002) a través de las palabras de Germán Espinosa, establece que: “El tiempo pasado contiene nuestras semillas, nuestras raíces, el esplendor de nuestros troncos, lo más vital que poseemos para vivirnos en el presente. En él está lo que realmente somos, brotado de lo que fuimos” (Espinosa, 1990, p. 81, en Kohut, 2002). Por su parte, Maalouf (1999) en sus Identidades asesinas, determina la formación de la identidad de un sujeto a través de la teoría de Arnold Toynbee, quien explica el paso de la humanidad en tres etapas: En primer lugar, la etapa prehistórica, donde las comunicaciones sociales son evidentemente lentas; en segundo lugar se encuentra la etapa en la que se forma la historia, pues desde su perspectiva “el desarrollo de los conocimientos se hizo mucho más rápido que su difusión, de manera que las sociedades humanas se fueron diferenciando cada vez más, en todos los campos” (p. 54). Y una tercera etapa en la que el desarrollo de los conocimientos es mucho más acelerado, “pero en el que su difusión se produce con una rapidez aún mayor, de modo que las sociedades van a estar cada vez menos diferenciadas” (p. 54).
¿Cómo se evidencia el pasado de la teoría de Kohut y las etapas de Toynbee en La sombra del orongoy? Gutarra, con la retrospección empleada, ilustra en sus letras el pasado de Joshua, con figuras que destacamos anteriormente (la “radio” orongoy, los huaynos en quechua, la familia, la tienda de Qaspa Jacinta, Maluche, Káiser, Ahuaycha, Pampas, el conflicto armado y La Cantuta). Ese pasado propuesto por Kohut está presente indudablemente en la novela, y forma parte de la identidad del personaje. Con respecto a la segunda teoría en comparación, La sombra del orongoy se puede ajustar a las etapas del paso de la humanidad de Toynbee.
Y esto se explica de la siguiente manera: en una etapa “prehistórica”, con las comunicaciones y difusión lentas, aparecen figuras del pasado en los recuerdos de Joshua: “(...) Mi abuelo había enviado cartas al subprefecto de la provincia de Tayacaja (...)” (p. 108). En un segundo período, donde el conocimiento es más rápido, las redes sociales son una figura importante: “(...) Y siempre (o casi siempre) se está pendiente de las pantallas (…) me puse a revisar Facebook (...)”. (p. 13). El tercer período, donde según Toynbee las sociedades están cada vez menos diferenciadas, aparece de forma distópica la figura del teleférico, representando una Piura avanzada tecnológicamente: “[El teleférico] Por ahora cuenta con dos cabinas para diez pasajeros, con ventanas panorámicas de vidrio, asientos ergonómicos y turnos alternos de diez minutos (…)” (pp. 47-48). Ambas teorías tienen lugar en la novela: las etapas de Toynbee toman tanto los recuerdos como el “presente” de Joshua. Y, gracias a la retrospección, la identidad se forma cumpliendo con el planteamiento de Kohut.
Se puede determinar con lo comparado, que Rafael Gutarra ha plasmado en sus escritos el pasar de los tiempos, un cambio en las generaciones, en las formas de vivir, aun, a pesar de que La sombra del orongoy es para sus lectores un complejo pasillo de ficción que tiene en su salida la realidad, existe un elemento inmodificable e inextinguible en el alma de Joshua a lo largo del desarrollo de las historias, ese componente que lo acompaña en cada instancia, en cada decisión y en cada pensamiento: su identidad.
Referencias bibliográficas
De Toro, A. (1984). Estructura narrativa y temporal en "Cien años de soledad". Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana. Universidad de Kiel.
Gutarra, R. (2020). La sombra del orongoy. Sullana: Sietevientos Editores.
Kohut, K. (2004). Literatura y memoria. Universidad Católica de Eichstätt, Alemania.
Maalouf, A. (1999). Identidades asesinas. Alianza Editorial. .
El papel de la mujer y la voz en La sombra del orongoy
Sarahi Inga Flores
Alumna del X ciclo de la especialidad de Lengua y Literatura. Estudia en la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad Nacional de Piura. En el año 2020 obtuvo el segundo puesto a nivel nacional en categoría libre en el I Concurso de Literatura Oral: “La costumbre la llevas tú”. Aparece en la antología de cuentos Cuenta el Ñañañique II (Lengash, 2022).
La mujer es visualizada –hasta el día de hoy– en casi toda la literatura en dos tipos extremos de personajes que, según Lozano (2017), responden a estereotipos a los que se les asocia un juicio moral de bondad y maldad; es decir que las mujeres solo pueden ser la mujer buena, dócil y no problemática que es vista como musa, madre o amada, y la mujer mala, rebelde, poderosa, con una fuerte carga sexual, que suele terminar siendo castigada con la exclusión social o la muerte.
En La sombra del orongoy (Gutarra, 2020), el papel que el autor hace referencia de las mujeres pueden ser ubicados tanto en el estereotipo de la mujer buena como en el otro de la mujer mala. En todo caso veremos tres tipos de mujeres.
De las tres mujeres, la madre de Joshua cumple, efectivamente, un papel de madre: “…sus ojos tenían esa mirada que tienen casi todas las madres: una mezcla de rigor y ternura que nos devuelve a esos años de infancia” (pág. 27). Preocupada por la tranquilidad y el bienestar de su hijo va a visitarlo con el fin de hacerlo reflexionar sobre sus actos, es débil por su hijo, busca sus brazos, llora, implora que vuelva a lo que ella llama el “bien”, “lo que se debe hacer”, “la mujer del prójimo es ajena, no debe codiciarse” (pág. 44), le había dicho.
Miluska adquiere un papel muy interesante, en la novela podría ubicarse en el segundo estereotipo, ella disfruta su sexualidad y, además, vende su cuerpo, es una puta, pero no una cualquiera, es cara y muy bonita, era un “hembrón”; transmite rebeldía, empoderamiento, también es vista como musa porque se escribe acerca de ella. El personaje narrador tiene un cierto cariño por ella y ella por él: “Nada más quisiera que me pongas en lo que escribes (…). De mí no sólo aproveches mi cuerpo, utiliza también mis recuerdos” (pág. 35).
Arlen también transmite rebeldía y sensualidad, con su apariencia pulcra es una mujer astuta e inteligente, y consigue lo que quiere con su belleza, sabe cómo pedirlo y, por supuesto, cómo hacer que los hombres caigan en sus encantos. “Tiene cara de bandida. Es guapa. Y si no fuese por el lloriqueo de hace rato y esa risa escandalosa, sería casi perfecta: una diva piurana encajada en zapatos de taco alto, minifalda apretada y blusa escotada de bluyín. Esos aires de putona, de seductora, de femme fatale, no le quedaban. O tal vez le asentaban bien” (pág. 30).
La novela casi al final nos muestra un giro inesperado en cuanto a estas dos últimas mujeres: Miluska y Arlen son la misma, Joshua ha decidido plasmarla en dos mujeres diferentes que le provocan deseo. Aquella mujer es descrita como moderna, joven, dispuesta al empoderamiento y que intentó luchar en contra de actos injustos, no pretende vivir más bajo los horrendos crímenes de su marido, aunque ella se considera cobarde por no hacerle frente, sabe que la acallarán para siempre, por ello ha decidido marcharse, no puede seguir con todo ese caos, huye de todo su pasado y confía en que Joshua hará la investigación.
El autor, con respecto a los hechos de las mujeres que son protagonistas de la novela, nos da entender que la mujer actual va desechando cada vez su imagen antigua de “buena, tranquila, pasiva y sumisa” y que ahora trata de luchar contra aquello y quiere demostrar, cada vez, que no es el sexo débil como se ha creído por muchos años.
No hay que olvidar al personaje de Samara, una jovencita con una vida aparentemente normal y que está en la vida del protagonista por un cierto tiempo. Ella, aparentemente, da una impresión de tranquilidad e ingenuidad. “Lo más destacado de ella no es su belleza, fresca y radiante, como agua cristalina de arroyuelo de páramo andino, sino un brillo especial en los ojos” (pág. 59), pero detrás de aquello se esconde algo realmente impresionante, no es nada más y nada menos que Tulipán Negro, un personaje que cobra vida al inicio de la novela pero que es olvidado a medida que se va desarrollando todo. Resulta un poco confuso y el final de la novela deja al lector con miles de dudas y preguntas, Tulipán ha estado más cerca del protagonista de lo que él mismo hubiese imaginado y querido. Como él mismo menciona: “Todo lo que intento relatar se relaciona misteriosamente con Solim Vera Culquicóndor” (pág. 12). Las mujeres que últimamente frecuentó tienen de una u otra forma una relación con su mejor amigo.
¿Cuál sería entonces el papel de Samara en la novela? ¿Estaría en el primer o segundo estereotipo? Si bien es cierto el protagonista de la historia jamás pensó que Samara tenga algo que ver con Solim, su mejor amigo, mucho menos se le pasó que se trate de Tulipán.
Algo muy interesante que podemos resaltar también a lo largo de la novela son las voces del protagonista, guiándonos por La ética de la voz (Dólar, M., 2007), donde se plantea que existen tres tipos de voces: La voz del daimon, la voz de la razón y la voz del superyó.
Joshua, al inicio de la novela, decide apoyar a su amigo Solim en el problema en el que está metido y aunque la mujer de éste quiso seducirlo para sacarle información, no lo traicionó, pues su voz interior le indica que este sería un acto de deslealtad. Aquí se está presentando la voz del daimon o voz socrática. Sócrates (citado por Dolar, 2007, pág. 108) define a esta voz como “una voz que me acompaña desde la infancia y se hace sentir para desaconsejarme de algunas acciones, pero jamás para impulsarme a emprender otras”.
Posteriormente podemos encontrar la voz de la razón. Ésta, según Dólar, es una suave voz, apenas audible, pero su sonido tiene todas las características de un dictador que además se relaciona con el deseo inconsciente. En la novela Joshua deseaba mucho a la mujer de su amigo, pero algo le decía que no ceda ante esos deseos, allí entra a trabajar entonces la voz de la razón. Joshua, mediante esta voz, entiende que lo racional es olvidar su deseo y centrarse en lo que debía hacer, más no en lo que quería o deseaba.
La última voz es la voz del superyó. En la novela, el protagonista al final admite que sí se acostó con la mujer de su amigo, como estrategia solo había estado escribiendo a la par una historia diferente a la suya, con dos mujeres diferentes, pero en realidad sí había tenido un amorío con aquella mujer ajena. En este caso, aquí se ubicaría la voz del superyó, puesto que aunque sabía que estaba mal hacerle eso a su amigo, decidió hacer caso omiso, pudo más esta voz, que hizo que ceda más a lo que él quería y satisfacer lo que deseaba; Dolar menciona que el superyó no es la voz moral, es la razón enloquecida, es en sí la manera de eludir la moral.
Referencias bibliográficas
Dolar, M. (2007). Una voz y nada más. Buenos Aires: Manantial.
Etxebarria, L. (2000). La letra futura. El dedo en la llaga: cuestiones sobre arte, literatura, creación y crítica. Barcelona: Destino.
Gutarra, R. (2020). La sombra del orongoy. Piura: Sietevientos Editores.
Lozano, P. (2017). El papel de las mujeres en la literatura. Madrid: Santillana.
Fuente: Diario El Regional de Piura
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
Publicar un comentario