Estoy sentada en la acera bajo la lluvia con vagos recuerdos de mí infancia, me consume el miedo siento el rechazo, soy inútil que aborrezco vivir, estoy asqueada de mi existencia vana, siento que estoy hecha añicos como hoja destrozada que el viento lleva al desierto bajando al más profundo infierno que destruye todo lo que encuentra a su paso. Dejando un abismo lleno de vacíos y tormentos. Mi rostro refleja desdicha como corona de espinas, que desgarran las entrañas. La sonrisa maquillada que tenía hace tiempo desapareció, estoy encadenada. Mi corazón de hielo se está quedando seco de tanto llorar. Formando un océano turbulento que baña mis mejillas pálidas. La boca se me reseca con cada suspiro, me abriré las venas hasta desangrarme con cada gota. Así verán la tortura que causan sus palabras de puñales, que penetran mi pecho.
Las caricias de mi madre me hubieran curado pero ya es tarde, no existe medicina para el dolor. Ya no se puede hacer nada. Aquellas palabras que siempre me decían. Están gravadas con tinta escarlata en mí piel de porcelana. Mis ojos de cristal se rompieron, dejando un manantial amargo en el alma. Nadie sabe lo que siento, nadie nota mi sufrir, nadie ve como la insípida muerte en segundos viene por mí. Ella es la única que me quiere, pronto dejaré de existir. Si falto un día de seguro nadie me extrañaría, para ellos soy importante cuando necesitan de mi ayuda, no debí nacer total soy invisible solo vine a morir en vida.
Teñiré mi ropa de color carmín, así sentirán como la tristeza me consume por dentro. Mi cuerpo casi inerte danza en el olvido de los recuerdos. Me abriga el miedo, me inunda la soledad y me abraza la melancolía. Fue pecado pensar qué alguien me quería, me embriaga la infelicidad me hace dormir en sus brazos de veneno que embriaga. Todo gira como un ciclo taciturno cada fase es mortífera. Busco la felicidad y no puedo encontrarla, no quiero despertar de está hermosa pesadilla. Los gritos en mi cabeza cada vez son más fuertes, me enloquecen quizás quieren ser libres. Todo es incierto la confusión hiere mi ser, que alguien me ayude por favor, esas palabras yo decía cuando todavía latía mi corazón ¡Me siento perdida! Estoy hablando pero nadie me escucha. Acaso soy un fantasma que nadie puede ver, seré invisible o será que ya morí.
No encuentro la salida, mi alma está afligida, la oscuridad me consume. Quiero salir de éste jardín de rosas, con mi último aliento caigo de rodillas, elevo una plegaria al firmamento aquí en la oscuridad estoy rogando por salvación sigo suplicando por una respuesta. No tengo valor, el milagro nunca sucedió. Me miré en el cristal de la ventana no me reconozco mi reflejo es diferente. Tengo una mirada vacía, perdida y sin vida no valgo nada eso pienso. Por lo menos me lo hicieron creer. No soy ni la sombra de lo que alguna vez fui. A lo lejos en las sombras escucho una voz que me llama, dice que me ama, está sonriendo me susurra cuento las horas, los minutos y los segundos para estar contigo, soy tu amigo eso me dijo la silueta azabache del espejo.
“C.R.97”.
Corazón inerte | una prosa poética de Liz Rodriguez
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