La timidez rodea tus pómulos rosados, cuando recuerdas esas partículas casi extintas, que dibujan una sonrisa de brisa en tus mejillas. El aroma a vainilla de tu Calel dorado se apodera de mi existencia, como libélula enjaulada revoloteas alrededor de mi cuello, buscando poseerme al igual que una marioneta que se deja dominar en el escenario por su amo. Así me doblegas con tus encantos cada vez que acaricias mi vientre de pétalos bronceados, se agita mi respiración cuando, me estrechas en tu pecho de roble, dulcemente me muerdes los labios haces que vuele por el espacio.
Pierdo la cordura cada vez que me susurras al oído te amo, tu boca de fresa satisface y humedece mis caderas de armiño.Tus caricias arrebatan mis sentidos, se desbordan mis latidos con tu mirada seductora de agravios que penetra el alma. Me tomas de la cintura, recorres cada detalle de mi piel y masajeas con tu lengua mi espalda, suavemente besas mi senos de seda, me encanta como aprietas mis muslos, de pronto nuestras manos se entrelazan como la llave y el candado. Tus ojos de color canela sueñan con seguirnos amando, sin tener que ocultarnos, en el velo azulado del engaño de la amarga madrugada.
Tu voz de trompeta desordena el espíritu callado de una doncella de plata, hambrienta que arde como volcanes y sutilmente desnuda su santuario al caballero que ama, sus dedos marcan un camino en mis piernas de cerámica. Así como la corriente de los ríos que bañan los girasoles lilas del campo por la mañana. Esas palabras banales que describes como un diario olvidado, despiertan mis pupilas perdidas en tu regazo de jade. La utopía de azucenas me transporta a tus brazos, hasta consumirnos en la alucinación del vaivén de los cuerpos, abandonando lo inerte del pecado, bajo la pasión del cielo despejado.
“C.R.97”.
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