Nostalgia | Una crónica de Benjamin Touris


 Del escritor venezolano Benjamin Touris, la crónica "Nostalgia" 

"Parece que va a llover" fueron unas de las palabras que escuche antes de subir al bus. En  ese aparato mecánico en el que viajaría a través de distintos países hasta llegar al nuevo destino, al sur. Lo único que sabía de ese lugar era lo poco leído en un libro de historia universal por allá en mis años de estudiante y lo visto en internet días antes. Entonces supe que a donde planeaba ir quedaba a kilómetros de distancia de mi tierra, de mi gente y que además tenían otras costumbres. Sin duda era una tierra donde nada era igual a todo lo que hasta ahora había conocido y vivido. En el momento que aborde el autobús me sentí desnudo, despojado de todo lo que alguna vez había tenido y amado. Quise retroceder, más sin embargo ya estaba allí, recostado al asiento, miraba a través del cristal; fiel testigo de incontables despedidas.

 Afuera había una gran cantidad de personas a parte de vendedores, colectores y ambulantes que suelen frecuentar el terminal. Dentro de cada uno de los autobuses estacionados; uno atrás de otro en una fila casi interminable también habían muchas personas que les estaba pasando lo mismo que a mí.  En el exterior estaban sus más allegados abrazados, tratando de mantener una sonrisa mientras los despendían con los brazos y lanzaban besos. Seguramente ellos también sentían miedo, quizás algunos tenían esperanza, otros cargarían un equipaje lleno de sueños y metas por cumplir como yo, pero, eso no lo sé. Más creo que todos coincidíamos en una cosa muy particular, en las ganas de salir adelante, en ayudar a nuestros familiares y amigos que en ese momento estábamos por dejar atrás. Sumergidos en lo que se podría llamar la más grande tragedia después de Vargas. 

El bus partió entre lágrimas y falsas sonrisas como si no pasara nada o todo estuviera realmente bien. Como si ese viaje fuera a ser una ida a la playa a disfrutar del mar con la música, la gente, los tambores, un típico vuelve a la vida, “rompecolchón”. Quise pensar que el viaje que sería como compartir unas cervezas y brindar con los amigos y los familiares junto a la mesa pero en otro lugar.  También quise imaginar que sería  algo como compartir tragos de una botella de ron del tamaño de una pata de elefante en los alrededores del monumento al sol mientras celebramos la vida y los buenos momentos. Es posible que eso me haya dado el valor de continuar, pero, en el fondo sabía que no sería así. Que esa travesía era una aventura a lo desconocido y apenas estaba por comenzar. Por un momento recordé esas palabras que escuché  antes "parece que va a llover".

¡Ay alma mía! dije tras un suspiro estrujando con mi mano el lado izquierdo del pecho en un intento de contener mi corazón unido al cuerpo. Me temo que se aproxima una tormenta y sí bien no comenzaba a llover mi alma se iba cayendo a pedazos con el pasar de las calles, la nostalgia me invadía y en el silencio abrumador del autobús en marcha comencé a despedirme de cada lugar.

“Adiós terminal”, “adiós catedral”, “adiós Sambil”, “adiós flor de Venezuela”, “adiós Próceres”, “adiós Cardenalito”, “adiós cuatro”, “adiós tinaja” incluso me despedí del peaje y cuantas cosas pude, no quería que nada se quedara sin mi despedida…

Ese día todo parecía más hermoso acompañado del atardecer crepuscular; un cielo azul con amarillo, naranja y rojo cardenal que desde la altura observaba mi recorrido mientras que sus colores se  opacaban de a poco. 

En mi interior el panorama era distinto, abundantes nubes grises yacían latentes a punto de iniciar la tormenta, una de esas que fragmentan el alma y el corazón… ¡puff! Mi pobre corazón estaba como una pasa del tamaño de un grano de mostaza. Me abrazaba una tristeza abismal de tétrica apariencia e infinita nostalgia. La incertidumbre era como relámpagos estruendoso que atormentaba todo dentro de la inmensidad de mi ser. La añoranza, ese terrible sentimiento de lejanía  me acongojaba y entonces sucedió. Comenzó a llover desde mis ojos. Las lágrimas descendían a borbotones producto de un dolor desgarrador cuyo llanto se atascaba en mi garganta. Me preguntaba ¿porque a nosotros? ¿Porque a mí? Un profundo clamor surgió desde mis entrañas, pedía que estuviéramos en otra situación. Una parte de mí deseaba despertar y que todo hubiese sido una terrible pesadilla.

El nudo en mi garganta no me dejaba emitir bien las palabras pero como pude me las arreglé y aun con ojos empañados y una cascada en las mejillas. Miré al cielo e invoque a Dios quien al ver mi estado y mi dolor. Envió para mí un mensaje con su espíritu consolador o al menos así lo sentí cuando dijo: "Hijo mío, tranquilo, todo va estar bien, pronto verás salir el sol, llegará la calma y estarás de vuelta a tu tierra de lindos atardeceres de momento sigue adelante”.

Hoy estoy aquí, en el lugar que me ha recibido escribiendo con los sentimientos a flor de piel mientras sueño que estoy contigo. Mi Barquisimeto querido en este mes y en esta fecha se acerca tu cumpleaños y no podré celebrarlo cerca de ti por las circunstancia y la distancia que nos separa por ahora. Más tengo cada recuerdo, cada fotografía de lo vivido junto a ti, todo eso esta en mi mente donde nunca van a perder la nitidez y aún en este preciso momento puedo cerrar los ojos y verte tan hermosa como siempre conmigo a tu lado y al abrirlos de nuevo tengo la certeza que a ti volveré.

Nostalgia | Una crónica de Benjamin Touris 


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