Ahora tienes mi permiso para matarme
Toma la navaja y húndela en mi espalda
Al menos 5 o 6 veces sobre mi columna
Hasta que la sangre me ahogue y ya no pueda respirar.
Así es, bienamada, mátame, tú que tienes mi permiso
Me da miedo despertar otra mañana sin encontrarte
No sabes lo terrible que es, por favor, destrúyeme
Mírame a los ojos y sonríe mientras me cortas el cuello.
Fácilmente me dejo envolver por la fría ventizca
de la mañana en que no me has matado y siento tu ausencia
¡Oh, Reina mía, vuelve desde la Luna y llévame contigo,
mátame y déjame solo mientras me desangro
hasta el último círculo del infierno, sin tus besos.
El frío no me deja pensar en ti, ni la melodía
¿Dónde estás, amada eterna? ¿Por qué no regresas aún?
¿No sabes acaso que te extraño y que quiero morir?
Vuelve y estrújame la vida como si mañana fuera el último día
¡Ey...! ¿Qué mierda sucede contigo?
Te he enviado miles de cartas y no has respondido,
es tan injusto considerando que conoces mi deseo de morir
¡Ceniza de relámpago que no regresa, ama y sueña, por favor!
Si quieres podría esperarte pero no sé cuánto tiempo me quede
Por favor, escríbeme esa carta porque la necesito
La mañana fría me envuelve y quiero morir
Vuelve ya desde donde estés y apuñálame en el craneo.
Óbito | Un poema de Alejandro Paredes
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