De la escritora ecuatoriana Sol Jurado, el microcuento "Horacio"
El sueño comienza conmigo en un carrusel, si bien suena inocente, se convirtió en una floración inmóvil que no ha de extinguirse. Gira, rueda, resuena; los tornillos inestables en el manto oxidado que los guardan. Gira, rueda, resuena; las astas sin bandera fatigadas por sostener tan pesada estructura. Gira, rueda, resuena; las tuercas perdiendo el hálito en el abrazo. Cada pieza del carrusel ha sido sentenciada en virtud de una ley inexorable y temida llamada repetición.
Un sentimiento de desesperanza e inutilidad, más que inutilidad: impotencia intrínseca, gira. Gira, invierte, gira como un tornado destruyendo toda pizca de tranquilidad. Me encuentro en un infinito mutable.
El misterio interrumpe y corrompe por un segundo mi miedo, lo ata en lo alto y me cuestiono, pero mi corazón empieza a palpitar pues, quizá y no tenga una respuesta. Parece que el tiempo acelera pero se trata de un supuesto concomitante de terror. Tan solo han pasado unos segundos y parece cada uno, un paso más hacia un espantoso desenlace.
Gira, invierte, gira no solo el carrusel sino que es algo más poético: son voces acicaladoras; en principio, y de nuevo; absorben, soberbias, enfado, miedo y traición. Oscuridad y desesperación en el aire muerto y en una suerte de destello, intentan cortejar mi alma las mismas voces que traicionaron al poder más afanoso. En una explosión de reacción emocional decido escuchar. Gran error. Ahora no existo. Acaso la voz tampoco vive sino como un recuerdo. Esa voz eran mis propias palabras, palabras tan apagadas, tan frías, tan vacías y débiles… por haber permanecido tanto tiempo en mi angosto y oscuro interior. Decido no existir para no escucharlas. Me convierto en humo, puedo verme ahora ¿Por qué creía que estaba asustada si me veo tan feliz en el carrusel desde aquí? Despierto. Así empieza o quizá termina todo.
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