La llegada del hombre malo a nuestra casa nos ha llevado al borde de la extinción. Ese cruel sujeto no tiene compasión de nosotros, nos lastima de distintas maneras y cada vez somos menos los que quedamos. Hay días que recurre al agua como método de tortura, comienza con gotas y luego va aumentando la cantidad que vierte sobre cada uno provocando un ardor infernal. Nuestros gritos y llantos hacen eco, resuenan en la madera de las paredes mientras él vocifera palabras que atormentan. Hemos tratado de defendernos pero nada ha sido suficiente para alejarlo, siempre regresa más agresivo contra nosotros. Cada vez emplea una nueva forma de tortura, una más perturbadora que la anterior y nos persigue por toda la casa como un depredador que sigue a su presa hasta darle fin. Mis hermanos ya no están por culpa de ese maldito que viste de negro y utiliza un arma de madera para reprendernos. Desde hace tiempo me escondo en los pasillos, en los cuartos, bajo la cama y la escalera. En cualquier lugar de la casa donde no pueda encontrarme fácilmente, en ocasiones le lanzo objetos y apago las luces para que no pueda sentirme ni verme. Siento que mis fuerzas desvanecen a pesar de resistir, creo que mi existencia esta por desaparecer ante tales actos aborrecibles. El último recurso es sacrificarme para salvar a los que quedan y vengar al resto. Después de todo soy la entidad más fuerte y es por eso que esta noche cuando el reloj marqué las doces y la puerta a nuestro hogar se abra a causa de su entrada, poseeré su cuerpo y lo torturaré. Haré que el repulsivo religioso suplique por su vida y solo entonces lo dejaré caer al vacío desde la ventana. Mis hermanos se deleitaran al ver la macabra escena de sus viseras, sangre y extremidades desparramadas por el suelo mientras que su alma es arrastrada por mí al averno donde pagará lo que nos hizo por toda la eternidad.
El mal visitante | Un cuento de Benjamin Touris
El mal visitante | Un cuento de Benjamin Touris
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